La conciencia embalsamada de alguien que dejó de creer en la vida alguna vez. Se mira en un espejo y descubre que sigue siendo el mismo adolescente que alguna vez fue, y adolece. Pero de ese lugar está separado por el único camino que no puede recorrer otra vez. La mayoría de las ideas han muerto, y lo que queda es esa especie de nostalgia que de vez en cuando titila en sus pupilas y lo rejuvenece. Ha perdido la infantil ingenuidad que le permitía crear. Ahora sólo pude repetir mecánicamente lo que se le propone cada día. Una máquina más, entre tantas otras que no pudieron escapar.
Se aparta del espejo y empieza a correr desenfrenadamente. A su paso, su cuerpo va recobrando la firmeza. Algunos gritos desesperados, algunas lágrimas.
El valor de la libertad. ¿Qué libertad?
miércoles, 6 de agosto de 2008
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