lunes, 19 de noviembre de 2007
La mano humana
Un paso más sobre sus manos, sobre el sudor, sobre la conciencia materializada. Cada uno de mis pies pisa a cada momento un pedacito de la vida de alguien más. Un lapso de tiempo, el instante o la eternidad que supuso crear. Crear: un idea, una imagen, una calle, una sábana, una birome, un significado, un techo, una baldosa, una cámara... Hoy me pregunto, en esta inmensa soledad cibernética: ¿Cuánta gente hay a mi alrededor? ¿Cuánta esencia hay de cada uno de esos obreros, científicos, empresarios, investigadores, inventores en este pequeño espacio en que hoy me paro? ¿Cuánta potencialidad hay de que estas palabras sean más que esto que escribo? ¿Por qué en un mundo tan repleto, tan necesariamente interrelacionado, nos sentimos solos, distintos, apartados? Si es imposible no estar contaminado de humanidad, de sociedad, de saberes. Cuantas cosas que no sabemos cómo son, cuantas cosas que no conocemos (que están ahí enfrente, bajo cualquier plástico). La despreocupación frente al sistema que hace andar cada uno de los relojes, la poca importancia que le damos a la gente involucrada en tu/ en mí (super)vivencia. Por qué no les damos las gracias al que hizo posible la cama dónde dormís, el techo que te refugia, el libro que te libera, la silla en que te sentás. Y ahora al revés, ¿qué es lo que estamos haciendo en función de alguien más? ¿Cuánta repercusión tenemos el uno sobre otro? Es hora de darse cuenta que esta soledad está un poco abarrotada.
jueves, 8 de noviembre de 2007
Continuidad
Es la misma situación repetida, aquí y allí en cada uno de nuestros sueños, de nuestras aspiraciones, de los momentos neutros...
-Quiero escapar- gritamos, desconsolados, cómo si pensaramos que verdaderamente hay escapatoria. No existe una salida de emergencia para esta continuidad.
Hay algo que nos hace pensar, a veces, que vivimos mediante nuestros impulsos, mediante los deseos, lo que intensamente creemos, soñamos, anhelamos.
¡Mentira!
Vivimos por la continuidad de vivir. No somos capaces de dar vuelta el rumbo que hemos tomado. No somos capaces de afirmar que somos algo creado por nosotros. De tomar responsabilidad. De fijar un final o un comienzo.
Pero todo es justificable, somos lo que la continuidad de la sociedad nos hace ser: cómo es posible apartarse de ello, ser distinto, identificarnos con algo que no venga del exterior. Y allí esta la vara con la que medimos: nuestra felicidad, nuestra conformidad, el continuum o discontinuum de la vida, que no es nuestra y no es de nadie.
Si no somos la masa, somos individuos excluidos, inidentificables, apartados, antisociales.
Este es el camino continuo de la masa: el egocentrismo.
Somos una masa que se derrumba, que se olvida, que es ajena.
Para poder cambiar la realidad, primero hay que saber mirarla, de frente, sin miedo, y sin ponerle vestiditos que la hagan ver mas bonita. Desnuda, así, real y despreciable.
Tal vez podamos quebrar el espacio-tiempo.
-Quiero escapar- gritamos, desconsolados, cómo si pensaramos que verdaderamente hay escapatoria. No existe una salida de emergencia para esta continuidad.
Hay algo que nos hace pensar, a veces, que vivimos mediante nuestros impulsos, mediante los deseos, lo que intensamente creemos, soñamos, anhelamos.
¡Mentira!
Vivimos por la continuidad de vivir. No somos capaces de dar vuelta el rumbo que hemos tomado. No somos capaces de afirmar que somos algo creado por nosotros. De tomar responsabilidad. De fijar un final o un comienzo.
Pero todo es justificable, somos lo que la continuidad de la sociedad nos hace ser: cómo es posible apartarse de ello, ser distinto, identificarnos con algo que no venga del exterior. Y allí esta la vara con la que medimos: nuestra felicidad, nuestra conformidad, el continuum o discontinuum de la vida, que no es nuestra y no es de nadie.
Si no somos la masa, somos individuos excluidos, inidentificables, apartados, antisociales.
Este es el camino continuo de la masa: el egocentrismo.
Somos una masa que se derrumba, que se olvida, que es ajena.
Para poder cambiar la realidad, primero hay que saber mirarla, de frente, sin miedo, y sin ponerle vestiditos que la hagan ver mas bonita. Desnuda, así, real y despreciable.
Tal vez podamos quebrar el espacio-tiempo.
sábado, 3 de noviembre de 2007
El día empezaba a cerrarse, y con él, toda una semana de balances negativos se imprimía en mi lista de tiempo perdido.
Me gustaría llegar a comprender qué extraña razón hace que determinados lapsos de existencia necesiten ser valuados en función de su productividad.
De hecho, tampoco entiendo qué impulso altera mis ánimos con el correr de los días. ¿Por qué ando los lunes con esa insoportable cara de lunes, y los viernes contento, como si estuviese terminando con esa opresión? ¿Por qué no es arbitrario? Probablemente sea la respuesta a un estímulo subjetivo. El deseo de libertad que parece consumarse.
Lo cierto es que acercarme al fin de semana hace que genere ciertas expectativas de lo que haré durante esos días. Suele ser frustrante no alcanzarlas.
Me gustaría llegar a comprender qué extraña razón hace que determinados lapsos de existencia necesiten ser valuados en función de su productividad.
De hecho, tampoco entiendo qué impulso altera mis ánimos con el correr de los días. ¿Por qué ando los lunes con esa insoportable cara de lunes, y los viernes contento, como si estuviese terminando con esa opresión? ¿Por qué no es arbitrario? Probablemente sea la respuesta a un estímulo subjetivo. El deseo de libertad que parece consumarse.
Lo cierto es que acercarme al fin de semana hace que genere ciertas expectativas de lo que haré durante esos días. Suele ser frustrante no alcanzarlas.
viernes, 2 de noviembre de 2007
Mi Aleph
“Al abrir los ojos, vi el Aleph.
-¿El Aleph? –Repetí.
-Sí, el lugar donde están, sin confundirse, todos los lugares del orbe, vistos desde todos los ángulos”
Sostuve mi cámara y entendí que tenía en mis manos el origen de un Aleph. Uno flexible, donde no existe la posibilidad de ver lo que no espero, uno que iré construyendo con el tiempo, atrapando ese tiempo, forjando ciclos infinitos. Así recorreré con agilidad las instancias que me sean oportunas. Podré ver ese momento en cuatro momentos distintos, desde cuatro ángulos distintos.
Lo interesante de mi exiguo Aleph es que (a pesar de verse enmarcado a mi contexto: nunca veré en él algo que no haya visto antes) no siente el límite de atarse al minuto que es, por lo que no puedo perderme los detalles de lo que está pasando. Todo lo que quiera quedará ahí, esperándome, sin necesidad de fluir, de escaparse. Para uno de los lentes esto simboliza algo inconveniente. Le teme al estancamiento del tiempo, a pesar de saber que lo que se estanca es uno, y el tiempo continúa, impasible; muchas veces la vida pasa sólo sobre los almanaques y los cuerpos.
El tiempo ya no me será indiferente. O sí, pero la luz quedará grabada.
-¿El Aleph? –Repetí.
-Sí, el lugar donde están, sin confundirse, todos los lugares del orbe, vistos desde todos los ángulos”
Sostuve mi cámara y entendí que tenía en mis manos el origen de un Aleph. Uno flexible, donde no existe la posibilidad de ver lo que no espero, uno que iré construyendo con el tiempo, atrapando ese tiempo, forjando ciclos infinitos. Así recorreré con agilidad las instancias que me sean oportunas. Podré ver ese momento en cuatro momentos distintos, desde cuatro ángulos distintos.
Lo interesante de mi exiguo Aleph es que (a pesar de verse enmarcado a mi contexto: nunca veré en él algo que no haya visto antes) no siente el límite de atarse al minuto que es, por lo que no puedo perderme los detalles de lo que está pasando. Todo lo que quiera quedará ahí, esperándome, sin necesidad de fluir, de escaparse. Para uno de los lentes esto simboliza algo inconveniente. Le teme al estancamiento del tiempo, a pesar de saber que lo que se estanca es uno, y el tiempo continúa, impasible; muchas veces la vida pasa sólo sobre los almanaques y los cuerpos.
El tiempo ya no me será indiferente. O sí, pero la luz quedará grabada.
jueves, 1 de noviembre de 2007
¿Hacia dónde?
Existen maneras de ver el mundo. Maneras de dirigirnos hacia una comprensión del mundo. El mundo y nosotros somos sólo eso, una manera de ver hacia adentro y hacia afuera. Intercaladamente, sorpresivamente, fusionadamente. La forma que toma nuestro interior está tan interrumpida por el mundo, como la forma que toma el mundo está tan afectada por nuestro interior. Podría decirse que el mundo es tan basto como nuestro pensamiento, y que nuestro pensamiento es tan múltiple como lo es el mundo. Entonces: ¿Cómo lograr una visión global de la sociedad y de mi mísma? Somos esa perfecta dualidad: el adentro y el afuera, el pensamiento y el mundo, el sentimiento y la razón, la palabra y la imagen. Nos dirigimos, entonces, a buscar retazos de la subjetividad, retazos de la sociedad. El recuadro que uno pone para observar (hacia adentro y hacia afuera) es suficiente para hacerse presente, para tomar forma. El mundo es lo que uno ve en él, y nosotros somos lo que el mundo ha podido introducirnos.
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