El día empezaba a cerrarse, y con él, toda una semana de balances negativos se imprimía en mi lista de tiempo perdido.
Me gustaría llegar a comprender qué extraña razón hace que determinados lapsos de existencia necesiten ser valuados en función de su productividad.
De hecho, tampoco entiendo qué impulso altera mis ánimos con el correr de los días. ¿Por qué ando los lunes con esa insoportable cara de lunes, y los viernes contento, como si estuviese terminando con esa opresión? ¿Por qué no es arbitrario? Probablemente sea la respuesta a un estímulo subjetivo. El deseo de libertad que parece consumarse.
Lo cierto es que acercarme al fin de semana hace que genere ciertas expectativas de lo que haré durante esos días. Suele ser frustrante no alcanzarlas.
sábado, 3 de noviembre de 2007
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