Es la misma situación repetida, aquí y allí en cada uno de nuestros sueños, de nuestras aspiraciones, de los momentos neutros...
-Quiero escapar- gritamos, desconsolados, cómo si pensaramos que verdaderamente hay escapatoria. No existe una salida de emergencia para esta continuidad.
Hay algo que nos hace pensar, a veces, que vivimos mediante nuestros impulsos, mediante los deseos, lo que intensamente creemos, soñamos, anhelamos.
¡Mentira!
Vivimos por la continuidad de vivir. No somos capaces de dar vuelta el rumbo que hemos tomado. No somos capaces de afirmar que somos algo creado por nosotros. De tomar responsabilidad. De fijar un final o un comienzo.
Pero todo es justificable, somos lo que la continuidad de la sociedad nos hace ser: cómo es posible apartarse de ello, ser distinto, identificarnos con algo que no venga del exterior. Y allí esta la vara con la que medimos: nuestra felicidad, nuestra conformidad, el continuum o discontinuum de la vida, que no es nuestra y no es de nadie.
Si no somos la masa, somos individuos excluidos, inidentificables, apartados, antisociales.
Este es el camino continuo de la masa: el egocentrismo.
Somos una masa que se derrumba, que se olvida, que es ajena.
Para poder cambiar la realidad, primero hay que saber mirarla, de frente, sin miedo, y sin ponerle vestiditos que la hagan ver mas bonita. Desnuda, así, real y despreciable.
Tal vez podamos quebrar el espacio-tiempo.
jueves, 8 de noviembre de 2007
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario